El Quinteto para cuerdas K.516 de Mozart es una obra escrita en 1787 para cuarteto de cuerda tradicional, al que se le añade una viola. Mozart opinaba que el sonido de la viola era el más cercano al de la voz humana y él mismo tocaba este instrumento regularmente en pequeños ensembles como el célebre Trío Kegelstatt. Se trata de una obra tardía de Mozart, con carácter oscuro y melancólico, típico de las composiciones Mozartianas en sol menor. Escribió muy pocas obras en tonalidades menores y se considera que la de sol menor es una a través de la cual Mozart mejor expresaba la tristeza y la tragedia.

El Quinteto para cuerdas Op.111 de Brahms fue escrito en 1890, cien años después que el de Mozart, y su estreno causó sensación. Brahms quería que esta fuera su última composición, aunque luego escribió algunas pocas obras más. La composición de esta obra estuvo marcada por una visita a Italia que tuvo un efecto estimulante en él. Es por ello que Brahms quiso plasmar en este trabajo melódico la extroversión de los mediterráneos, que le había cautivado. Con su textura a veces orquestal y sus ritmos conmovedores típicamente brahmsianos, esta alegre obra se ganó desde el principio los corazones de oyentes e intérpretes por igual, a pesar de representar a estos últimos algunos desafíos al abordarla.